10 abr 2009

Con prisas

Era viernes por la tarde. Llegaba tarde como siempre. Advertí que había un señor a un lado de la calzada, inexplicablemente parado. Iba a pasarlo en un eslalon perfecto cuando de repente cobró vida y me dijo:
-Perdona,¿ Podrías acompañarme hasta mi casa?, esta un poco más allá-.
Podría no contestar, señalar mi reloj, encogerme de hombros y decir...
-Claro-suelta mi boca-.
El señor sonríe y se agarra a mi brazo confiadamente, o más bien, desesperado.
-Es que padezco una discapacidad y me robaron el bastón mientras iba al baño-aduce enfadado-.
Asiento sin saber muy bien que hacer. Entonces, el hombre empieza a contarme sus cosas, como si fuera un viejo amigo.
Está divorciado, padre de siete hijos y es presidente de la comunidad de vecinos.
-Si necesitas algo o tienes algún problema, sólo tienes que decírmelo-.
Yo, que no me veía pidiendo favores como en el padrino, vuelvo a asentir, aunque ya no miro la hora.
Al fin, a metro por segundo, llegamos a la puerta, incrustada en las paredes, sosas y blancas.Al despedirnos, me agarra fuertemente mi brazo.
-Esta noche, rezaré por ti y para que todo te vaya bien.
Una vez renaudada mi carrera y a ritmo de plusmarca mundial, me siento mucho mejor y me pregunto por qué a la gente le cuesta tanto hacer ese tipo de cosas, que tanto necesita esta sociedad. Porque ese hombre que vive a veinte metros de su casa. ¿Habría llegado?

2 comentarios:

Unknown dijo...

me gusta mucho esta página. seguid asi

Unknown dijo...

me habeis convertido. segid actualizando. salvareis